miércoles, 2 de marzo de 2011

TODOS CON FLORES EN EL OJAL

“Lleve usted nardos caballero, si es que quiere a una mujer…” “El buen mozo que la ve, va y le dice: venga usted, a ponerme en la solapa lo que quiera…” (Por la calle de Alcalá)

La leyenda

La flor en el ojal es una antigua costumbre que tuvo su origen en la Revolución Francesa, la primera persona que utilizó una flor en su chaqueta, en concreto un perfumado y vistoso clavel blanco, fue un caballero llamado Rougeville que, habiendo obtenido permiso para entrar en la prisión de la “Conciergerie” donde esperaba su trágico destino María Antonieta de Francia, tuvo la idea de esconder, en el cáliz de un gran clavel blanco que puso en su jubón, un mensaje para la desdichada reina, ello se conoció como la conspiración del clavel, aunque no tuvo el éxito que se esperaba y la reina no pudo ser liberada.(A la derecha retrato de María Antonieta).

Después de este episodio la nobleza francesa comenzó a utilizar un clavel blanco como distintivo en sus trajes, mientras que los partidarios de Bonaparte utilizaron como símbolo un clavel rojo.

Cuentan que la cinta purpúrea de la Legión de Honor que Napoleón instituyó se relaciona con el color bermejo del símbolo floral elegido por los seguidores del Emperador.

El uso de las flores en el ojal no pasó los confines de Francia, pero en 1837, en Inglaterra, durante un gran baile, fue presentado a la reina Victoria, Alberto de Coburgo (retratados arriba); la soberana se enamoró de él apenas lo vio, y como muestra de su afecto desprendió una flor del ramillete que adornaba su vestido y se la ofreció, el joven ante el honor que le hacía pido que le trajeran unas tijeras y se dio un corte en la solapa de la chaqueta para colocar en ese lugar la flor, allí nació su historia de amor y una moda que ha traspasado varias épocas, la del caballero elegante con una flor en el ojal.


Desde Maria Antonieta hasta nuestros días

La moda de llevar una flor en el ojal se ha mantenido con más o menos seguimiento hasta ahora, si bien, en ocasiones de mucha etiqueta o en eventos formales como bodas es algo habitual, con todos los adelantos de que se dispone hoy día las flores en el ojal cuentan con ingenios modernos que las mantienen frescas mucho más tiempo, aunque desde el siglo XIX, cuando los “tailleur” eran moda, las modistas ya vendían broches especiales para colocarlos debajo de las solapas con unos tubitos de vidrio en los que la flor hallaba suficiente humedad para mantenerse fresca durante horas. El tubito tenía un poco de algodón hidrófilo empapado en agua.


De Oscar Wilde a Chamberlain

En cada época se ha impuesto preferentemente la costumbre de utilizar una determinada flor, hubo la época de los crisantemos, cuando Oscar Wilde solía llevar una de estas grandes corolas en su solapa, luego se puso de moda la orquídea, flor preferida por el primer ministro inglés Chamberlain, también ha tenido su momento el clavel, del que era un seguidor Churchill.

Durante finales del siglo XIX hasta la primera guerra mundial estuvo de moda en los hombres la gardenia, y entre las mujeres un ramillete de varias flores o “corsage”, en la España “cañi”, no podía faltar en las solapas un nardo primero y después una violeta.

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