domingo, 9 de octubre de 2011

LÁGRIMAS DE LUNA


“Nada es tan igual a una mujer, a su belleza y a su misterio, como una perla de reflejos que fascinan y hacen pensar en el arco iris”

(Sasha Hurzinsky)


Las leyendas más antiguas trasmiten muchas bellas historias sobre la perla, en los vestigios que han dejado las primeras culturas podemos admirar joyas realizadas con perlas, incluso se han realizado alhajas que aún hoy son famosas, como la “Perla Peregrina”; siempre han provocado fascinación y se las ha relacionado con la belleza, esa pequeña secreción nacida misteriosamente en el delicado envoltorio de una ostra ha sido dotada de simbolismos y ha estado rodeada de poder hipnótico.


¿Qué hermosa mujer, reina, princesa o aristócrata, no ha ostentado sobre su cuello un hermoso collar de perlas? María de Médicis, reina de Francia, llegó a poseer casi 6.000 perlas, Eugenia de Montijo recibió de Napoleón III una hermosa tiara de perlas que lucía en muchas ocasiones, que posteriormente ha ido perteneciendo a otras privilegiadas mujeres, Mata Hari las mostraba en sus exóticos vestidos, igual que la Bella Otero, o hermosas artistas como Muriel Finley o Elizabeth Taylor. También hombres las han lucido como adorno, como el Maraha Bhupinder Singh de Patiala.


Entre los Romanos existía furor por el comercio de las perlas aunque su precio era inmenso, las mujeres nobles se cargaban de perlas, Plinio el Viejo describe a Lolia Paulina, noble italiana del siglo I, en su Historia Natural, como una hermosa mujer que aparecía en público cargada de joyas con preferencia por las carísimas perlas.


Aquellas fabulosas perlas que asombraban a todas las mujeres nacidas de unas ostras eran solo un privilegio de las clases más acomodadas hasta que llegó de Japón el señor Mikimoto encontrando la manera de provocar artificialmente en los moluscos la formación de la excrescendia de madreperla, obteniendo perlas cultivadas de valor más accesible y por tanto dando la posibilidad de lucir estas “lagrimas de luna” a muchas más mujeres, popularizando su uso.


Los hermosos collares de perlas sin embargo no han perdido su misterio ya que su conservación requiere de cuidados peculiares, como el usarlas regularmente para que no pierdan su luz y transparencia, ya que no usarlas con frecuencia las hace perder su “oriente”.


Cuidado de las Perlas

Hay muchos consejos sobre su limpieza y conservación, como lavarlas en una densa espuma obtenida con jabón de Marsella disuelto en agua fría, frotarlas con un trapo de terciopelo empapado en bicarbonato de sosa, sumergirlas en agua de mar y dejar que se sequen al sol o dejarlas unos minutos en una cazuela con leche tibia con 10 gotas de leche de higuera.

Sin embargo el método que mejor resultado da proviene de un antiguo y pequeño libro, que explica un método poco conocido e insólito que era el que utilizaba la dama de compañía de la bellísima Condesa de Castiglione (a la izquierda), y cuenta como reavivar periódicamente las perlas.


Baño de rocío


LA RECETA: Tomar una mata grande lechuga lavarla bien dejándola entera, ponerla a secar cabeza abajo y al ponerse el sol apoyarla en el hierba de un prado, durante la noche se recogerá mucho rocío en la lechuga, al amanecer muy de mañana se habrá de retirar la mata de lechuga antes de que se seque y así entre las hojas podrán ponerse los collares o anillos de perlas para que el rocío los pueda limpiar bien.

El baño durará como media hora y por fin tras haber restregado las joyas con la hojas de la lechuga se procederá a secarlas usando una piel de gamuza o un pedazo de terciopelo blanco.

Muriel Finley

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